Sus manías, sus defectos II

Siempre he pensado que tengo mucha suerte (aunque no creo en ella).
También me gusta los gestos que hacen las personas al hablar y el cómo mueven las manos… Bailan mis ojos con el danzar de los dedos.

Me pica la nariz al despertar, y parece que los párpados son piedras dispuestas a guardar mis sueños.

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No me gusta el sabor de los peces. Tampoco soy fan de las personas que hablan mucho. Valoro con pasión a los que no temen al silencio. Y desconfío del que siempre de otros habla.

Soy rencorosa, llevo años deseando quitar esa espina de mí, aún no lo he conseguido. También se me «lengua la traba» cuando me miran fijamente, absorben mis palabras. Pero amo las pupilas que besan mis verbos.

Mi gps se averió de nacimiento, lo cual me ha permitido descubrir cosas maravillosas a lo largo de las desconocidas rutas.

Mi oreja y la almohada son íntimas amigas, se funden en una sola consumiéndome en un profundo sueño en pocos segundos.

Bailar me apasiona, me dejo ir, hace que me olvide de la vida, lo bueno, lo malo, todo. Es un lenguaje del que espero aprender mucho más.

Los paisajes con agua permiten mi diálogo interno, me sumerjo en un monólogo sincero conmigo. Hablo, hablo mucho conmigo misma, parece que la presión entre ideas dejan de ser un lobo hambriento, cuando permito a mi sentimientos hablar con mi cabeza. Aún la razón gana al corazón, por ahora, en ese ahora que siempre existe y parece nunca ser real, me siento a gusto.

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La mayoría de los peces nadan juntos, en la misma línea, misma dirección, un mismo objetivo. Mi dirección, mi objetivo, junto a mi gps, nadan soltirariamente satisfechos a la deriva.

Soy incapaz de mantener relaciones humanas por sólo compromiso. Prefiero un café a solas, que miles de segundos en compañías huecas.

Amo los momentos, amo lo que se construye individualmente para un fin común. No soy adicta a la compañía. Mi amor es egoísta, él y yo, necesitamos sentirnos siempre libres: no sabemos querer.

La mezcla de culturas me ha enseñado que los humanos sentimos el mismo idioma. Una sonrisa abre las puertas de cualquier mundo. Y el mundo está deseando conocerte.

No creo en religiones, pero sí en algo superior que nos acompaña, esta bien para mí llamarlo Dios. Ese algo enseña cada día que la vida es lo que haces de ti mismo. También que las oportunidades, los milagros, los buenos/malos momentos, no son más que lo que con tus propias manos construyes, y la realidad es aquello en lo que crees.

Me gusta creer que cuando pienso en alguien, ese alguien en mí piensa.
Me gustan los besos, y aferrarme a la espalda de quien duerme a mi lado. También despertar oliendo profundamente su piel antes de abrir los ojos. Me complace sentir un cuerpo suave junto al mío. Se me eriza el alma cuando siento conexión con otro ser.

Aún no sé a dónde voy a ir a parar, eso me crea satisfacción. Lo que aún está por descubrir, y lo que llevo conmigo día a día, son la unión entre lo que me hace feliz y lo que estoy construyendo.

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Amiga de pocos. El egoísmo una vez más sale a relucir: quiero mi tiempo, mi espacio y mi silencio, mío. No me gusta las preguntas personales, ni las personas que se quejan constantemente, y menos aún las que juzgan por juzgar. Opinar sobre lo que no conocemos, debería extinguirse.

Complicada, rara, naranja, sandía y café, son algunos de mis ingredientes. Realmente me gusta compartir poco de mi espacio vital. Mis conversaciones son escasas, para tanto oído perezoso. Y no hay ser vivo que me pueda aguantar, cuando me va a venir la regla.

Cuando miro a los ojos, lo hago con ansia de saber. Un «te quiero» es el regalo más sincero que de mí puede salir. Me cuesta decir lo que siento. Abrazar, es mi forma de «decir», todo aquello que no sé expresar.
Hay pequeños detalles que me dan placer, como cuando piso un aeropuerto: me siento varios minutos delante de la salida de pasajeros; se deleitan mis ojos al ver a los viajeros reencontrarse con su gente, son abrazos sinceros, rostros llenos de amor. Veo la bondad en los desconocidos.

Me he vuelto más inquieta con los años, tengo hambre de conocer lo que la vida me está por enseñar. He aprendido a dar sólo un paso a la vez, a dejar de preocuparme, pues las preocupaciones no son más que ideas que casi nunca van a pasar, y nublan las salidas. He aprendido a confiar en que las cosas al final, siempre siempre, salen bien. Es fascinante el cómo ser positivo te cambia la vida.

Agradecida con mi camino, que me ha permitido descubrir seres maravillosos y abstraer lo mejor de cada experiencia.

Rememorando te das cuenta, que de instantes está hecha la vida.

© Saliary Röman

____________________________________
Por tantos instantes vividos.
❤!

(Parte I: Sus manías, sus defectos)
(Parte III: Sus manías, sus defectos)

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26 comentarios sobre “Sus manías, sus defectos II

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  1. Hermosa como sólo un ser que se acepta plenamente puede serlo, me encanta la simplicidad y profundidad de tus letras. Los míos serian: – complicada, rara, chocolate, risas y letras serían mis ingredientes

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