Miramos los días como si nos pertenecieran. Juzgamos y nos obsesionamos con conclusiones. Nos consolamos razonando toda la cobardía que puso la simpleza en segundo plano. Una vida dada por hecho.
Sonreímos si pensamos que las cosas salen bien, a nuestra manera, a nuestra forma de juzgar.
Dejamos salir alguna lágrima cuando nuestros caprichos no se han satisfecho.
Ilustrado que se niega a ver la vida como es. Nos empeñamos en maquillar, amancillar y perfeccionar todo, con antojos.
Nos aburre los vientos tranquilos. Borrascas, sí por favor, a nuestra manera, con toques de soberbia.
La comodidad de nuestro ego nos magnifica, nos alaba, discrimina.
Hacemos de la vida un catálogo de frustraciones, donde la bondad es demasiado insípida (soy bondad, sí, pero mejor, grábame para publicarlo). La sencillez brilla de aburrimiento. El silencio es ruido.
Quizás algún día cuando nos veamos al espejo, creamos realmente que somos suficientes, sin necesidad de patrocinio.
Quizás algún día dejemos de exigirnos lo imposible, y respiremos tranquilos.
Puede que nos cansemos de requerir compostura, de caminar hacia cosas que no queremos. Paremos el hábito de quedar bien, anhelar likes, confundir lo virtual con lo ideal. Decidamos vivir.
Solo porque sí, vivir. Sin arrastrar rencores. Sin foto, sin búsqueda de confirmación, sin recrear, sin afán de gloria.
Tan solo vivir.
© Saliary Röman
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