Max lleva varios días de encierro que ha roto por completo su diario vivir. Su rutina.

Max se siente raro. Max tiene problemas para dormir. Max come de más por aburrimiento. A Max le molesta el silencio. A Max le molesta el ruido. A Max le abruma su diálogo interno.

Max se estresa por no estar vivendo su «vida normal»; la vida normal de la que Max diariamente se quejaba. Se quejaba de despertar a cierta hora, de la ciudad, del trabajo, de la comida, del vecino, de la temperatura, del tráfico, de la falta de tiempo, del ayer, del hoy, del mañana.

Max se fatiga de escucharse a sí mismo. Max ahora se queja de sólo ser, del estar. Ya no hay tráfico, no hay jefes, no hay ciudad, la temperatura bien, el vecino no se te acerca, no hay horarios, y tiene un completo ahora para él solito.
Se acabaron los pretextos, las excusas. A Max le aterra. Max tiene miedo. Max busca ágilmente razones nuevas por las qué preocuparse. Y sobre todo, por las qué no escucharse.
Max se siente estresado. Max se agobia. Max mira las mismas noticias, una y otra vez. Max busca en la web más números para corroborar su angustia.

Max tiene cosas pendientes por hacer: libros por vivir; recetas por saborear; despejar el armario; limpiar emails; organizar la agenda; empezar una rutina de ejercicios; preparar platos más saludables; aprender a bailar; terminar aquello que postergó hasta «tener tiempo»; aprender miles de cosas que ha archivado años atrás, cuando aparcó la ilusión.

Max tiene bien sabido que todo pasará, siempre todo pasa. Aún así, Max no aprovecha este paréntesis. Max dedica su tiempo (y salud), a acumular quejas, albergando un buen repertorio.
Max está ansioso por salir, no ve el momento en pisar la calle, y así poder descargar sus quejas, su mochila, en los demás.

Oídos sordos hacia Max.
Libérate de Max.
No seas un Max.
© Saliary Röman
Disfruta de ti mismo
Gracias por compartir
❤!
Max debe meditar, tomar vino y ver las nubes pasar.
Me gustaMe gusta
muy divertido y realista
Me gustaMe gusta