Miedo a emprender

A quién culpo ahora de esta pesadilla sin argumentos que asecha cada minuto que paso aquí, erguido, automatizado, viendo mis días pasar, sin llenar los segundos de mi instinto animal.

¿me reconoces?

Me planteo mil y una alternativas. Empodero los fines de semana con resplandor, mientras organizo vacaciones lo más lejos posible de aquí.
Calculo vía APP (Of course!) un check list a cubrir: mil cursos, mil historias, y mil engaños pasajeros, antes de lanzarme sin miedo a vivir.

Mientras mi corazón me señala sin vacilar en una univoca dirección, mi mente deambula llena de explicaciones, por otros caminos.

Como cualquier ser humano «educado», me hallo fielmente entrenado para escuchar siempre a la autoritaria razón, a los pretextos, al sucumbir de la responsabilidad a las que nos hemos suscrito en el pasar de las decisiones que nos encaminaron hasta aquí… A este ahora, este lugar, esta labor, a esta situación que ha hecho de nuestra vida un prototipo estándar, de buen ciudadano. Uno, de tantos.

Retumbando en el silencio grita la llamada a despertar, echar tierra a más de la mitad de tu día en actividades que te alejan del ser que quisiste ser. Del verdadero, del soñador.

Una joya llamada talento se desperdicia en cada jornada. Sacas las quejas como arma de fuego a tu frustración, sin atreverte a elegir, seguir tus latidos.

¡Arriba humano! ¡Persigue tu pasión!

Pues todo lo que se hace sin pasión sólo tiene un nombre, trabajo.

  © Saliary Röman


Disculpa a quien esperaba verso,
Amores míos.
❤!

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