María Ernestina Román

“concédeme, Dios mió, la serenidad

para aceptar las cosas que no puedo cambiar.

El valor para cambiar lo que cambiar pueda.

Y la sabiduría para discernir la diferencia.”

Reinhold Niebuhr

     

 

A ella el sol, la luna,  las estrellas

A ella la luz y la sombra. El calor y el frío.

A ella mi corazón, mi pensamiento, mi camino, mi guía.

 

A ella ser de amor, sentimiento de fe, actuaciones de esperanza.

 le debo mi infancia. Mi vida. Mi futuro.

A ella, que escucha, que guarda y olvida.

A ella, que habla, orienta, que instruye.

A ella que ante caídas, no juzga. Apoya.

A ella que ante desprecios;  espera y abraza.

 

A ella. Que hace de sí  un ser tan invisible y silencioso;  que siempre esta a mi lado y presente en mi más profundo sueño.

A ella que hace de sí un ser sin opinión. Intangible. Que solitaria observa su alrededor, y hace de su voz sonido de conciencia.

 A ella que sin estudios, sin profesión, ha hecho de su vida una poesía, un canto, un remedio, una cura, una ilusión, una oportunidad, una lección, una compañía, un apoyo, una sonrisa, un baile, una oración. Una ruta de convicción.

 

A ella, que la vida la ha tratado con dolor, con  un camino de pocas oportunidades y kilómetros de incomprensión.
Ha hecho de sus pisadas, valor. De su carácter, precisión. De sus esfuerzos, frutos.
Y de su corazón y pensamientos: fe de vida, fe de amor.

 Ella hace de amargas experiencias, la más amplia variedad de consejos.

Ella que con  su pequeño lenguaje deleita, con palabras justas. Guardando  para sí todo  dolor.

 

A ella nuestra razón de alegría, gracias por haberme regalado la sabiduría de su amor..

 ¡¡A Dios gracias por ella!! Porque gracias a ella creo en él.

 

Gracias a ti, mi máximo orgullo, por permitirme aprender de ti el resplandor de un alma.

A ti, mi niña, mi mujer, mi abuela, mi nonis.  

A ti mis ojos claros, mi cabello blanco, mi risa inmortal:

¡¡Te amo!!   ¡¡ Te amo !! ¡¡ Te amo !!
* 

 

  © Saliary Röman